Chris volaba, como un pájaro. Alzaba sus larguísimos brazos y daba un imponente salto sin techo hasta el aro. Machacaba con fuerza. Para celebrarlo, Chris agitaba los brazos de arriba a abajo, simulando el vuelo de un ave. Siempre le gustó su apodo: Birdman.
Chris Andersen, un hombre con el baloncesto a flor de piel (literalmente)
Nació hace casi 31 años en Long Beach, California, aunque nada más nacer sus padre se llevo a la familia a Texas. La madre de Chris, una peculiar mujer de la que Andersen heredó su gusto por los tatuajes y las Harley-Davidson, siempre sospechó que el motivo del traslado era hacer más sencillo los trámites de divorcio. No fue un matrimonio especialmente feliz. Aún así, su padre empezó a construir una casa en el pequeño pueblo texano de Iola con dos habitaciones, una para el matrimonio Andersen, y otra para Chris y sus dos hermanas April (la mayor) y Tamie (la menor). La ducha la tenían en el exterior.
No llegó a acabar la casa. El padre de Chris se marchó al otro lado del estado antes de finalizar la construcción, dejando a su mujer y a sus tres hijos con "medio bote de mantequilla de cacahuete y poco más" (según su madre). El tío materno de Chris tuvo que viajar desde California para acabar la casa que su padre dejó a medias. La situación económica era desesperante. Linda, la madre de Chris, no conseguía trabajos estables, y la ruína llamaba constantemente a la puerta. Finalmente, tuvo que llegar a la dolorosa situación de tener que separar la familia. Decidió llevar a los dos hermanos mayores (April y Chris) con su padre, para poder seguir adelante con dos bocas menos por alimentar. Chris tenía 10 años.
Pero la cosa no fue a mejor. Al contrario. Linda perdió el contacto con su ex-marido y con sus hijos. Finalmente, supo que Claus, el padre, había dejado a sus hijos en un internado especial para niños "desamparados". Tres años tuvieron que pasar April y Chris en el internado de Cumberland hasta que su madre pudo llevárselos de vuelta a Iola. Al menos el joven Chris no perdió el tiempo. Había descubierto un juego que lo marcaría de por vida: el baloncesto.
En el instituto de Iola, Andersen causó sensación. Ya con una altura considerable, era un jugador dominador, veloz y con una potencia de salto tremenda. Ya en su primer año en el high school, llegó a promediar un triple-doble en puntos, rebotes... y tapones. Estaba destinado a jugar en una universidad de una cierta categoría, pero Andersen ya empezaba a mostrar algunos problemas. Sus notas eran lamentables, y empezaba a juntarse con "malas compañías". Finalmente, tuvo que conformarse con acudir a la cercana Universidad de Blinn, un desconocido college sin proyección alguna. Corría el año 1998.
Aún así, empezada la temporada surgió la posibilidad de marchar a la más prestigiosa Universidad de Houston, cuyo entrenador era el legendario Clyde Drexler, pero la cosa acabó como el rosario de la aurora. Andersen se peleó con los entrenadores y directores de Blinn, que no le dejaron irse a Houston. El jugador se enfadó, y dejó el equipo antes de Navidad. No jugó el resto de la temporada. Igualmente, se fue a Houston (la ciudad) a jugar partidos de exhibición, llamando la atención de un equipo chino que hacía una gira por Texas. Andersen, que apenas había salido del Estado de la Estrella Solitaria, estaba a punto de afrontar la mayor aventura de su vida. Fichó por los Jiangsu Nangang Dragons de la liga china. Ahí tuvo la oportunidad de disputar la zona con un jovencísimo pivot que ya apuntaba maneras (y centímetros): Yao Ming.
Disputó una temporada concentrado al 100% en el baloncesto, y volvió en 1999 a Estados Unidos. Tras dos años en las ligas menores, Andersen fue invitado a participar en la Liga de Verano que organizan los Nuggets (el Rocky National Revue). La franquicia de Colorado vio potencial en él, y le fichó en noviembre. Por la puerta de atrás, evidentemente sin haber sido drafteado por su espantada en Blinn, Andersen había entrado en la mejor liga del mundo.
Andersen en su primera época como Nugget
Sus tremendos tatuajes, su intensidad defensiva, su gran potencia de salto y su peculiar personalidad le hicieron muy querido en Denver. Usado como especialista defensivo en la zona, Andersen nunca destacó por números, pero si en desactivar a los hombres altos del equipo contrario. En 2004 Andersen decidió cambiar de equipo. Fichó como agente libre con New Orleans, por un nada desdeñable contrato de 14 millones de dólares. En su último año en Denver había aparecido en el All-Star como participante del conjunto de mates, dando a conocer a Birdman por todo el mundo. Todo parecía ir bien... hasta que llegó Katrina.
Ya en New Orleans, en una curiosa foto con el aún senador Obama
Su primera temporada fue más que buena. Volvió al concurso de mates, se había puesto al público de New Orleans en el bolsillo, y Andersen había comprado una preciosa casa en New Orleans, donde vivía con su novia. Pero en el verano del 2005 el huracán Katrina la arrasó. Esto se juntó con la ruptura de su relación sentimental, y una fuerte discusión con su madre que provocaría que se dejaran de hablar. Cuando el siguiente otoño los Hornets reanudaron los entrenamientos en Oklahoma City, Andersen se presentó con casi 10 kilos de más. En Oklahoma City, Andersen se encontró solo, desamparado, y encima su rendimiento deportivo había caído en picado. Empezó a abusar del alcohol, de la dulce compañía de las groupies, de los night-clubs de la ciudad y, finalmente, de las drogas. Nunca se ha desvelado oficialmente cuál fue la droga a la que se aficionó Andersen, pero el mismo jugador declaró que "al menos, me ayudó a bajar de peso"...
Y fue el 25 de enero del 2006 cuando llegó el punto más bajo en la carrera, y quizás en la vida, de Chris Andersen. La NBA le supendió por dos años al haberlo cazado en un control de sangre con restos de droga en su organismo. Era la segunda vez que esto ocurría tras el caso de Stanley Roberts (que no volvería a la NBA) en los 90. Andersen fue apartado del equipo y abandonado a su suerte. Por suerte, el "Hombre pájaro" encontró aquí un motivo por el que volver al punto de partida, cuando aún era un jugador de segunda fila que entró por la puerta de servicio a la NBA. Acató la sanción, se pasó unos buenos meses en rehabilitación (suerte de aquel contrato con los Hornets), y se propuso volver a la NBA en plena forma. Se reinstaló en Denver, y entrenó duramente en el Greenwood Athletic Club con la determinación de volver a la máxima competición entre ceja y ceja.
Birdman guiñando un ojo al futuro
El nombre de Chris Andersen estaba más o menos olvidado cuando casi dos años después solicitó volver a la liga. Pero la cosa no era tan fácil. Tenía que convencer a la NBA, y al Sindicato de Jugadores, de que ya era un hombre limpio, con informes médicos certificados y testimonios que avalaran su buena conducta, aparte de una declaración jurada sobre su desintoxicación de las drogas. Andersen lo hizo todo, y bien. Hubo un auténtico clamor entre los medios de comunicación, entre sus ex-compañeros y entre sus rivales, para darle una segunda oportunidad a Andersen. La NBA no tuvo dudas en darle de nuevo permiso para jugar en la NBA. Birdman había vuelto.
Los Hornets lo volvieron a reclutar al final de la campaña 2007-08, pero apenas tuvo minutos. Fue liberado de su contrato al finalizar la temporada, y fue fichado por Denver, la franquicia que le dio la primera oportunidad en la NBA. El resultado de la confianza depositada en Denver lo hemos visto durante toda la temporada. Pieza imprescindible desde el banquillo del juego interior de los Nuggets, tremendo competidor y segundo mejor taponeador tras el intocable Dwight Howard (aunque le supera en tapones por 48 minutos). Además, se ha convertido en uno de los jugadores más carismáticos de la franquicia y en uno de sus rostros más populares. Y, para colmo, su vuelta ha coincidido con la mejor temporada de la franquicia en más de 20 años, y Andersen se ha marcado unos play-offs impecables, incluyendo algún espléndido partido en ataque como en el tercer juego de las Finales de Conferencia ante Lakers.
En su vuelta a Denver, más maduro, más jugador, y más tatuado (si cabe)
Birdman ha vuelto, y por fin es para quedarse. Ya no se equivocará otra vez. ¿Quién quiere volver a caer, cuando puede volar eternamente?
4 comentarios:
Birdman es el mejor bloqueador de la nba.
Tremendo artículo sí señor... he disfrutado leyéndolo...
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