Obama, el baloncesto y el factor humano

El deporte puede cambiar el mundo. O, como mínimo, un país. Nelson Mandela lo hizo en 1995. Sudáfrica era un país legalmente sin apartheid desde hacía un año antes, cuando Mandela ganó las primeras elecciones democráticas de su historia. Pero socialmente los negros y los blancos sentían un resentimiento mutuo que podía desencadenar en cualquier momento una guerra cívil. En aquel 1995, a la convulsa Sudáfrica le tocaba organizar la Copa del Mundo de rugby. El rugby, durante los duros años del apartheid, era el deporte nacional de los blancos y estaba vetado para la mayoría negra. Por tanto, en el mejor de los casos el campeonato sólo serviría para interés exlusivo de la minoria blanca, y en el peor como chispa de una revuelta racial por cualquiera de las dos partes.

Como magistralmente relata John Carlin en su libro "El factor humano" (cuya adaptación cinematográfica está rodando ahora mismo Clint Eastwood), Mandela aprovechó la Copa del Mundo como una oportunidad única para unir el país. A pesar de que aquella selección sudafricana era totalmente blanca (aunque al final incluyó a un jugador negro en su plantilla), consiguió que todo el país, independientemente de su raza, viera a los Springboks como SU equipo. Bajo el slogan "one team, one country", y con la complicidad de los propios jugadores del equipo (liderados por el ya mítico François Pienaar), Mandela consiguió que un país dividido en dos se abrazara como un solo hombre tras vencer de forma épica la final de aquella Copa del Mundo.


Portada del muy recomendado libro de John Carlin

Que Obama tiene como uno de sus referentes a Mandela no es difícil de adivinar. Su optimismo casi patológico y su voluntad de unir y de convencer en lugar de dividir y de enfrentar a aquellos que no piensen igual que él salta a la vista. Y también tiene esa idea del deporte como un medio de unión y no de separación. Ese deporte no es el rugby, por motivos obvios. Es el baloncesto.

Obama y el baloncesto se han encontrado en muchas ocasiones. Su cuñado, Craig Robinson, es entrenador del equipo de baloncesto de la universidad de Oregon State. Él mismo jugó hasta llegar al high school, y según dicen sus biógrafos con un nivel más que aceptable, que podía haberle llevado algún paso más allá. Pero sus ambiciones políticas y sociales (y, como él mismo ha reconocido, su afición al alcohol, la marihuana y la cocaína) le empujaron a dejar la práctica del deporte para centrarse más en los libros. Tras estudiar Ciencias Políticas en Columbia, Obama se desplazó en 1985 al sur de Chicago para trabajar en la zona de Roseland como asistente social. Roseland era (es) uno de los barrios más deprimidos de Chicago, donde la población, mayoritariamente de raza negra, sufría unas tasas de paro y delincuencia espectaculares.


Mr. President Obama

En Chicago, Obama pudo comprobar los milagros que el deporte bien entendido puede hacer en una juventud marginal cuyo destino parece ligado a la delincuencia y a las drogas. La coincidencia de la llegada de Michael Jordan a la Windy City sirvió de detonante para que miles de chavales gastaran energías y tiempo libre a jugar en los destartalados playgrounds del South Side de Chicago en lugar de sucumbir a otras tentaciones más peligrosas. Obviamente, no era la panacea, pero ayudaba, de la misma forma que en Brasil el futbol ha ayudado enormemente a los chavales de las favelas.

El baloncesto tiene muchas virtudes. Es un deporte "barato". Sólo necesita una pelota que bote y un lugar donde encestarla. Una canasta y una bola naranja no son caras, pero ni siquiera son imprescindibles (un servidor se ha hecho multitud de "21" con sus amigos de niño con bolas hechas con papel de plata y una papelera). Se puede jugar en grupo, en uno contra uno, o incluso uno solo. Tiene unas reglas básicas fáciles de comprender, y adaptables al nivel de cada jugador. Además, aunque es un deporte de contacto es raro que genere agresividad entre los jugadores o entre los seguidores (salvo que sean griegos, claro).

Pero lo más importante es su condición de juego en equipo llevado hasta las últimas consecuencias. Cualquiera que haya jugado un partido de basket sabe que nadie gana un partido solo. Por supuesto que tener un crack infalible desde la línea de 3 o penetrando a canasta ayuda, pero en un deporte donde todos atacan y defienden a la vez es imposible jugar sin tus compañeros, por lo que el sentimiento de equipo es inevitable que aflore. Quizás sólo hay otro deporte con un sentido tan "comunitario" como el baloncesto... el rugby.

George W. Bush era amante del beisbol, deporte mayoritariamente blanco y no especialmente recomendable en según que ambientes (los bates de beisbol está demostrado que tienen demasiadas utilidades), y no dudaba en acercarse a ver a sus Texas Rangers (que aparte de ser una serie de Chuck Norris también es un equipo de beisbol) en cuanto tenía ocasión. Que Barack Obama haya instalado una cancha de basket en la Casa Blanca, que se deje ver por el Verizon Center donde juegan los Wizards de Washington, o que grabe un discurso especialmente para el All-Star de Phoenix no es pura afición a un deporte. No sería propio de un Presidente de los Estados Unidos. Es algo más.


Obama disfrutando de una cerveza y de un partido de los Wizards... bueno, disfrutando de una cerveza.

Obama conoce los valores que hacen grande al basket, y lo quiere enseñar al resto de su país, y al resto del mundo. Nadie espera que se vaya a echar unas canastas con el presidente de Irán, por ejemplo, pero sí parece tener una noción de la vida similar a la que representa el baloncesto. Y eso siempre va a ser bueno. Además, ¿a nadie le recordaba aquel famoso "Yes, we can" al "Yes, we believe" que atronaba en los partidos de los Warriors? Pues eso.

1 comentarios:

carcharoth dijo... / 10 de mayo de 2009, 21:31  

Otro tremendo articulo tikot, y que creíamos que sólo eras apto para poner normas y más normas... crack!! escribes de puta madre eh^^

es cierto que el basket es más que un simple deporte :)

Publicar un comentario